Cuando se diagnostica alguna disfunción de la glándula tiroides es fácil escuchar cosas como “voy a tomar sal yodada para el hipotiroidismo” o “he enfermado de hipertiroidismo por comer muchas algas”. Pero son frases que responden a cierto desconocimiento sobre la patología y su relación con la dieta y el yodo. Aclaramos conceptos con Tamara Fernández, coordinadora del Grupo de Nutrición Clínica y Dietética de la Academia Española de Nutrición.
¿Qué relación tiene el yodo con la tiroides?
Entre otras funciones, la glándula tiroides tiene la de regular el metabolismo de la energía y los nutrientes. Es decir, trabaja para que nuestro organismo aproveche el aporte de las proteínas, los carbohidratos y las grasas que comemos. Lo logra gracias a las hormonas tiroideas T3 y T4 (triyodotironina y tiroxina respectivamente), que requieren de yodo para su producción.
Pero no dependen únicamente del suministro de yodo. Si fuera así, “las personas que viven en zonas con deficiencia de yodo serían todas hipotiroideas, mientras que las que se encuentran en zonas con suficiencia de yodo serían todas eutiroideas o hipertiroideas”.
Un tiroides sano es un órgano muy flexible capaz de adaptarse a varios niveles de yodo en la dieta. La cantidad diaria recomendada de yodo es de 150 microgramos al día para adultos, 120 en niños y 220 en embarazadas y se alcanza fácilmente con el menú regular incluyendo pescados y mariscos o sal yodada.
Tomar poco yodo no provoca hipotiroidismo y no siempre es necesario añadirlo para su tratamiento
El hipotiroidismo puede surgir por un defecto en el eje hipotálamo-pituitaria-tiroides, o por enfermedad tiroidea (como la autoinmune). Su tratamiento depende de la causa que lo origina, de su naturaleza transitoria o crónica así como de su severidad.
Cuando se indican hormonas de reemplazo, lo habitual es administrar T4 (tiroxina) de manera oral, pero hay pacientes que requieren complementación con T3 (triyodotironina) o como único tratamiento.
El tratamiento hormonal (o su ausencia) determinará cuánto yodo se puede consumir al día. Un error habitual es creer que hay que aumentar a toda costa las ingestas de yodo, como si eso fuera a hacer que la tiroides funcionara mejor. Corresponde al médico y dietista-nutricionista valorar las circunstancias de cada paciente y qué aportes requiere.
“Si la medicación se utiliza como un complemento para llegar a la cantidad diaria de hormonas que la glándula no puede producir por sí misma, el yodo será necesario, aunque en menor cantidad”, apunta la dietista – nutricionista. Especialmente en embarazadas y lactantes ya que el feto y el bebé necesitan yodo para fabricar sus propias hormonas. De ahí que sus requerimientos diarios sean mayores.
Si, en cambio, la medicación cubre el 100% de las hormonas, no hará falta añadir más yodo a la dieta. Sin embargo, si se toma yodo en estos casos, por ejemplo, usando sal yodada , el organismo lo excreta por la orina.
También es muy raro que un exceso de yodo sea la culpa del hipertiroidismo
El hipertiroidismo inducido por el yodo se produce con mayor frecuencia en pacientes con una enfermedad tiroidea subyacente. Es por eso que es imprescindible una valoración médica, ya que podría no tener nada que ver con la exposición al yodo.
Además, los efectos derivados de un consumo excesivo de yodo pueden ser solamente transitorios y revertir con el tiempo una vez cesa la ingesta de yodo excesiva.
“Los pacientes con riesgo de hipotiroidismo inducido por yodo son aquellos con tiroiditis autoinmune crónica (tiroiditis de Hashimoto), con hipertiroidismo de Graves Basedow (el detonante más habitual) previamente tratado con yodo radiactivo o tiroidectomía subtotal (resección parcial de la glándula tiroidea). La administración de yodo puede, además, inducir o exacerbar el hipotiroidismo en pacientes con tiroiditis autoinmune subyacente. Y también puede haber riesgo para aquellas mujeres que presentan con tiroiditis postparto”.
Alimentos con yodo a tener en cuenta
En general, es difícil pasarse con el yodo solo con alimentos, salvo que se tomen suplementos, medicamentos o comamos macroalgas como la Kombu. “El intestino delgado absorbe el 92% del yodo de la dieta, pero se excreta aproximadamente el 90% en las 24-48 horas siguientes. Y es difícil establecer una cantidad mínima de yodo a ingerir en personas con hipotiroidismo tratadas con hormonas de reemplazo. En cualquier caso, el consejo es no sobrepasar la dosis diaria recomendada para la población general”.
Todo tiene que pasar por la supervisión del médico y el dietista – nutricionista, pero estos son los alimentos que están en su radar.
Algas
Algunas algas tienen elevados niveles de yodo. Su contenido varía según la especie, la parte de la planta, la fase de crecimiento, la estación y la ubicación geográfica. Y dentro de la misma especie unas pueden tener cantidades moderadas y otras, desmedidas de hasta cerca de 20.000 microgramos por kilo.
Pero lo que sabemos es que, como referencia, las algas pardas (fucus, laminaria, kombu…) tienen más yodo que las rojas o verdes (espirulina, wakame…). Y que parte se pierde al cocinarlo.
Pescados y crustáceos
Alimentos como pescado, crustáceos de aguas saladas, lácteos y derivados no ecológicos y huevos, tienen buenas reservas de este mineral que aún puede aumentar un poco más cocinándolos con de 2 a 3 gramos de sal yodada.
Los mejillones en escabeche, el atún en aceite, los berberechos y las sardinas son particularmente ricos en yodo. Y están disponibles en conserva, “perfectos para gente que no tenga tiempo o habilidades en la cocina”, con los beneficios y riesgos que suponen tal conveniencia.
Sal yodada
Las personas que sufren o eligen alguna restricción alimentaria (veganismo, alergia al marisco, al pescado o a la proteína de la leche de vaca…) o, simplemente, no siguen una dieta ordenada por voluntad propia o ajena, pueden aumentar sus niveles con sal yodada. Pero no es jauja.
“La sal espolvoreada en los alimentos solo supone aproximadamente el 40% de la sal consumida. Y parte se pierde en el cocinado. El resto de la sal que ingerimos los españoles de media –es decir, la mayor parte– suele proceder de productos procesados, que en algunos países como España no contiene yodo por ley”.
Además, la sal es un ingrediente crítico cuyo consumo no debe superar los 5 gramos diarios.
Coliflor y compañía
Las crucíferas (brócoli, coliflor, col…) interfieren en la absorción de yodo por parte del tiroides. Sin embargo, esta acción secuestradora de yodo se elimina cuando el alimento está cocinado o fermentado. “Dentro de una alimentación variada, no debemos preocuparnos demasiado por ellos. Incluso, en caso de enfermedad tiroidea”.
Soja y mijo
Tanto las isoflavonas de la soja, como los flavonoides del mijo, pueden inhibir la enzima tiroperoxidasa (TPO), necesaria para que la tiroides asimile correctamente el yodo. “Esta enzima es particularmente relevante cuando se tiene enfermedad autoinmune (sobre todo, tiroiditis de Hashimoto), ya que uno de los anticuerpos que pueden estar presentes es el anti-tiroperoxidasa (Anti-TPO)”, señala Fernández y el efecto inhibidor de asimilación de yodo por la tiroides se acentúa si se dan ambas situaciones, la presencia de anticuerpo anti-TPO y el efecto de las isoflavonas.
La acción bloqueante de TPO en estos alimentos persiste tras el cocinado. Por suerte, no suelen ser alteraciones demasiado significativas. “Con no comerlos con frecuencia bastaría”, una recomendación en el contexto de una enfermedad tiroidea diagnosticada. En personas con una glándula tiroidea sana, no debería haber problemas.
Fresas y cacahuetes
Ejercen cierta acción secuestradora como las crucíferas. Pero es raro que alguna persona tenga una dieta tan alta en estos alimentos como para ser preocupante.
El Consejo de ALDI
Para que la sal no se apelmace dentro del salero lo habitual es introducir unos granos de arroz. Por eso es tan frecuente ver arroz en saleros de los sitios de playa.
Tamara Fernandez. Coordinadora del grupo de especialización de Nutrición Clínica y Dietética de la Academia Española de Nutrición y Dietética. Enfermera, dietista - nutricionista responsable del manejo de la nutrición artificial en la Unidad de Cuidados Críticos del Maelor Hospital –NHS–. Responsable del soporte nutricional en la planta de Gastroenterología. Supervisora Clínica y Colaboradora del National Institute for Health Research (NIHR) de Reino Unido. Instagram y Twitter: @tata_glucosa