La intolerancia a la lactosa (el azúcar natural de la leche) es una reacción adversa a la lactosa. Este azúcar está naturalmente presente en los lácteos, pero también podemos encontrarlo entre los ingredientes de algunos productos.
¿Por qué se produce la intolerancia a la lactosa?
Se produce por un mecanismo no inmunológico por el que el intestino delgado no absorbe la lactosa y ésta llega intacta al colon.
Esto ocurre debido a la falta de una enzima, la lactasa, que se encarga de romper la lactosa –disacárido– en dos monosacáridos (glucosa y galactosa). Así, estos dos eslabones de la lactosa llegan al colon sin separarse provocando que se viertan líquidos y electrolitos al intestino y se generen los síntomas característicos", detalla María José Ibañez, Secretaria del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas del País Vasco y Vicepresidenta 1ª del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas.
Tipos y grados de intolerancia a la lactosa
Millones de personas en todo el mundo recurren a productos sin lactosa para poder evitar los síntomas. Se estima que alrededor del 60 % de la población mundial sufre este tipo de intolerancia alimentaria. En el caso de España, según el Food Intolerance Network, entre el 19 % y el 28 % de la población ha sido diagnosticada con esta patología, muy por encima de países como Noruega, Bélgica u Holanda, que no superan el 5%, aunque lejos del 70% de rusos y turcos.
Lo que comúnmente se llama “intolerancia a la lactosa” se aplica de manera general a cualquier grado y origen de sensibilidad hacia este disacárido presente en la leche y sus derivados, pero no se debe generalizar.
La experta distingue cuatro clases que responden a otros tantos orígenes y darán lugar a abordajes diferentes para su tratamiento.
- Deficiencia congénita de lactasa (la enzima que digiere el disacárido) o alactasia. “Es un trastorno genético muy poco frecuente, cuyos síntomas se manifiestan en el recién nacido con la ingesta de la leche materna o de fórmula. Es una condición permanente, que obligará a una dieta sin lactosa de por vida”.
- Deficiencia de lactasa del desarrollo, también denominada deficiencia madurativa de lactosa, más frecuente, que se presenta en niños que nacen con menos de 34 semanas de gestación. "Se trata de un problema de falta de maduración por no haber llegado el embarazo a término y que puede llegar a resolverse. El uso de fórmulas bajas en lactosa o la suplementación con lactasa – añade Ibañez – son herramientas útiles para prevenir la malnutrición y la diarrea".
- Deficiencia primaria de lactasa. Es la forma más habitual de intolerancia a la lactosa, presente en el 70 % de los casos. "Ocurre cuando se produce una reducción progresiva de la producción de la lactasa, motivada por causas genéticas. Es decir, conforme se avanza en edad se pierde la capacidad de digestión de lactosa y los síntomas van apareciendo o agravándose. Al tener una causa genética, su prevalencia varía en función de los grupos étnicos. Así, en el norte de Europa es muy poco frecuente, aumentando en poblaciones mediterráneas y del sur de Europa. Sin embargo, se observan tasas elevadas en población hispana (50-80%), afroamericana (60-80%), asiática y nativa americana (cercana al 100%).
- Deficiencia secundaria de lactasa. Es una situación temporal consecuencia de otra patología que altera la mucosa intestinal, lo que provoca la mala digestión y malabsorción de la lactosa. “Una vez resuelta la patología principal, la mucosa intestinal se va regenerando y se revierte la situación. Entre las causas más habituales podemos encontrar infecciones, enfermedad de Crohn, enfermedad celíaca, malnutrición por diversas causas (diarrea prolongada, trastornos de la conducta alimentaria), síndrome de intestino corto, síndrome de intestino irritable, sobrecrecimiento bacteriano o consumo de fármacos (antibióticos)".
Los síntomas son los mismos, pero no nos afectan a todos por igual.
Entre los síntomas de la intolerancia a la lactosa se encuentran la diarrea, las náuseas, la flatulencia, el dolor abdominal y/o hinchazón, que suelen presentarse pasados 30 o 45 minutos después de la ingesta de alimentos que contienen lactosa.
Además de estos síntomas intestinales, la intolerancia a la lactosa puede provocar otros más inespecíficos, provocados por ciertas sustancias generadas en el colon durante el metabolismo, y que en ocasiones pueden pasar desapercibidos.
Entre ellos, la experta menciona los más habituales: dolor de cabeza, fatiga, dolor muscular y articular, problemas cutáneos y en mucosas como sequedad o úlceras en boca, e incluso afectación del estado de ánimo con nerviosismo, falta de concentración, abatimiento o depresión.
“Estos síntomas varían entre individuos, ya que dependen de varios factores como la cantidad ingerida, el grado de deficiencia de lactasa o si se ha tomado sola o con otros alimentos", apunta Ibáñez.
Sin embargo, el consumo de productos o de leche sin lactosa por parte de personas que no tienen diagnosticada una intolerancia o mala absorción de la lactosa, no aporta ningún beneficio nutricional respecto de sus equivalentes con lactosa.
¿Cómo se detecta la intolerancia a la lactosa? Pruebas y tests que la confirman.
Más allá del método que se emplee para confirmar o refutar el diagnóstico, la dietista-nutricionista recuerda lo importante que es no autodiagnosticarse, ya que, en palabras de la dietista-nutricionista, "es relativamente frecuente que personas que presentan ciertos síntomas que les hacen sospechar de una posible intolerancia a la lactosa decidan eliminarla de la dieta para ver si mejoran los síntomas.
El problema es que como “método diagnóstico” es muy poco fiable ya que es muy subjetivo y es probable que se dé un efecto placebo. Además, carece de sensibilidad y especificidad” y advierte que las restricciones de retirar alimentos, sin ningún tipo de supervisión profesional, son desaconsejables y pueden abocar a posibles déficits nutricionales a largo plazo.
La prueba de aliento.
Aunque existen numerosas pruebas y test que confirman o niegan que los síntomas que presentamos corresponden con esta dolencia, la prueba diagnóstica más utilizada es la de aliento ya que es un método no invasivo y sencillo. "Se basa en que, como consecuencia de la no absorción de la lactosa, se genera gas hidrógeno en el intestino, que se expulsa al respirar", resume Ibañez.
Comienza con la ingestión en ayunas de una dosis oral de lactosa (25-50 gramos en 200-400 mililitros de agua), tras la cual el paciente sopla en unas bolsas herméticas que permiten detectar la cantidad de hidrógeno en el aire espirado. Si supera las 20 partes por millón, una hora después de la ingesta, se determina que existe una malabsorción de lactosa.
Análisis de sangre.
También se utiliza la extracción de sangre para determinar la glucemia (medida de concentración de glucosa libre en la sangre.
“Es un método habitual, aunque menos fiable”. Se realizan dos extracciones: la primera, en ayunas, para comprobar la glucemia basal. La segunda, entre 60 y 120 minutos después de haber ingerido una dosis elevada de lactosa (100 gramos).
Si en esta segunda extracción la glucemia ha subido menos de 20 mg/dl respecto a la primera extracción, se considera que el resultado es positivo y el paciente presenta intolerancia a la lactosa.
Otros métodos.
Hay otros métodos más invasivos o de coste elevado como pueden ser la biopsia intestinal, que requiere la sedación total del paciente, o los test genéticos.
El mejor tratamiento contra la intolerancia a la lactosa es la dieta.
Una vez tenemos confirmado el diagnóstico la solución es básicamente dietética. En unos casos habrá que reducir la ingesta de lactosa en mayor o menor medida y en otros, incluso, eliminarla.
A la hora de diseñar los menús para una persona con intolerancia a la lactosa, la prioridad es, sin duda, tener en cuenta su grado de tolerancia específico. Y es que la dieta debe adaptarse a cada individuo.
Pero según explica la experta, hay estrategias que pueden mejorar la tolerancia en general, como ingerir cantidades pequeñas o consumir el alimento que contenga lactosa (no solo los lácteos la contienen: es un aditivo común en los procesados) junto a otros alimentos, dentro de las comidas.
En cualquier caso, el alimento más problemático en este tipo de dietas es la leche, independientemente de la especie, "en cuya composición hay en torno a un 5% de lactosa", señala Ibáñez, por lo que en un vaso de leche tomamos entre 10 y 12 g de lactosa. Sin embargo, "afortunadamente, contamos con alternativas, como las leches bajas en lactosa y sin lactosa, que pueden ser toleradas por la mayor parte de las personas afectadas".
Aunque aún no está regulado a nivel europeo, el ministerio de sanidad recomienda a los fabricantes que los alimentos "sin lactosa" no tengan más de 0.01% y los "bajos en lactosa" no sobrepasen el 1% de su contenido en lactosa.
También existe la opción de consumir lactasa (la enzima que rompe el disacárido y evita que llegue al colon), de venta en farmacias en diversas presentaciones como pastillas, cápsulas o gotas. Ahora bien, "debemos considerarla como una solución para momentos puntuales, ya que es difícil dar con la dosis correcta pues depende de diversos factores. Actualmente es obligatorio declarar la presencia de lactosa en todos los alimentos envasados, de venta a granel o en los restaurantes. Es una herramienta útil cuando se come fuera de casa o se acude a algún evento, situaciones en las que no siempre sabemos si los alimentos contienen lactosa o no", advierte la experta.
Productos lácteos que sorprendentemente tienen poca lactosa.
Los productos fermentados como los yogures y leches fermentadas se suelen tolerar mejor. “La razón es que durante la fermentación las bacterias lácticas hidrolizan, se comen parte de la lactosa", aclara. El yogur, por ejemplo, tiene en torno a un 4% de lactosa, mientras que, en el queso, tras el proceso de curación se puede quedar en el 1%.
Especialmente interesante es el yogur, ya que, la llegada de las bacterias lácticas vivas al intestino (Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus), junto con el hecho de que son productoras de lactasa, hace que mejore la tolerancia. Además, gracias a su textura, retrasa el vaciado gástrico y regula la motilidad intestinal, lo que ayuda a que la lactosa se libere más lentamente.
Otro de los productos lácteos que pueden encontrar su sitio en la dieta para personas con intolerancia a la lactosa es el kéfir con una cantidad de lactosa ligeramente inferior al yogur (3,7%), también es un alimento bien tolerado en este tipo de dieta.
Sin embargo, "no es recomendable en niños, por su contenido en alcohol", apunta. Esto también es aplicable a otras leches fermentadas como la leche acidófila, kumys, stragisto, labneh, ymer, ylette, etc.
La mantequilla para su elaboración pierde su fracción líquida, en la que se encuentra suspendida la mayor parte de la lactosa, para quedar solo la sólida compuesta principalmente por grasa. En personas muy sensibles, debe excluirse por la potencial presencia de lactosa.
Finalmente, tenemos el queso, pero su grado de tolerancia depende de multitud de variables. "Los que mejor se suelen tolerar son Idiazabal, Manchego, Parmesano, Cheddar, Comté, Camembert o Torta del Casar", señala.
Para entender por qué los quesos curados son, en general, más adecuados, la experta explica cómo este alimento va perdiendo la lactosa originaria a lo largo de su proceso de elaboración: "En primer lugar, tras cuajar la leche se realizan los procesos de corte y prensado, mediante los que se elimina el suero, y con él, buena parte de la lactosa.
Posteriormente, durante el proceso de maduración del queso, se produce la acción de los microorganismos, que consumen la lactosa. De esta manera, en los quesos curados, el contenido en lactosa se puede reducir hasta quedar incluso por debajo del 1 %".
El Consejo de ALDI
Las personas que no tienen intolerancia a la lactosa no deberían tomarla, ya que su cuerpo a largo plazo puede acostumbrarse y perder su capacidad de producir lactasa.
Mº Jose Ibañez. Miembro de Honor de la Academia Española de Dietética y Nutrición. Secretaria del Colegio de Dietistas-Nutricionistas del País Vasco y Vicepresidenta primera del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas. Finalizó sus estudios en la Universidad del País Vaco en 1998, formación que ha completado cursando la adaptación al grado, además de 2 másteres,2 postgrados y la asistencia a numerosos cursos y congresos. Desde 2003 trabaja para la contrata que gestiona el servicio de alimentación del Hospital de Basurto en Bilbao. Participa de las entidades que representan a la profesión desde el año 2000 en diversos puestos. Twitter: @mjoseiba. Facebook: https://www.facebook.com/mariajose.ibanez. Instagram: @mjoseiba