En 2019 el estudio ALADINO sobre obesidad infantil (Estudio de ALimentación, Actividad física, Desarrollo INfantil y Obesidad en España) reveló que el 23,3% de los escolares españoles entre 6 y 9 años tiene sobrepeso. Las cifras de obesidad se elevan hasta el 17,3%.
Pese a ser datos muy preocupantes, en España desde 2011 se viene observando una tendencia descendente. No obstante, si bien es cierto que desde 2015 esa caída parece haberse estabilizado.
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Irene Fernández-Espada, dietista-nutricionista experta en psiconutrición y especializada en Materno-Infantil, analiza las causas tras esta situación y qué podemos hacer para mejorar la salud de nuestros niños.
Obesidad infantil, ¿cómo hemos llegado a esto?
El rápido incremento de la obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. La frase no es un titular de prensa buscando clickbait. Es la preocupación de la OMS a escala mundial. “El número de niños y adolescentes que viven con obesidad ha aumentado más de 10 veces, de 11 millones en 1975 a 124 millones en 2016”, destaca Fernández-Espada.
Es fácil preguntar por la causa o las causas de la obesidad infantil. Lo difícil es responder con precisión, porque se trata de un problema de un origen multifactorial.
Sedentarismo y malos hábitos de alimentación
Los autores del estudio ALADINO 2019 sobre la obesidad infantil destacan los malos hábitos de alimentación (bajo consumo de frutas y hortalizas, demasiada bollería…), la falta de actividad física y el uso excesivo de pantallas.
Pero también alertan de la correlación entre estos malos hábitos, el nivel de ingresos económicos de la familia y el educativo de los progenitores. Es decir, los malos hábitos están presentes en mayor proporción en las familias con un nivel socio económico más bajo
Genética
La obesidad es además una patología genética. No es que no lo fuera hace 40 años, pero en la actualidad su prevalencia se ha triplicado debido a la interacción del genoma con el ambiente.
Inflación y entornos vulnerables
La inflación actual que hace que algunos productos frescos como las hortalizas y las frutas tengan precios inasumibles para las familias más vulnerables.
Publicidad de alimentos con perfiles nutricionales poco saludables
La publicidad de alimentos con perfiles nutricionales poco saludables dirigida a niños, sigue estando presente en los medios de comunicación. “Los anuncios de comida rápida o bebidas azucaradas contribuyen también a la obesidad, pues se eleva la exposición a estos alimentos y al deseo de consumirlos”.
Actualmente el Ministerio de Consumo trabaja en medidas para limitar la publicidad de esos productos en los horarios o canales accesibles a niños menores de 16 años, incluidas las redes sociales. Pero aún queda mucho por hacer.
Asesoría nutricional pediátrica deficiente o inexacta
Algunas causas de la obesidad pediátrica se aprecian ya en los meses de vida del niño. “Una es la ‘promoción’ que en algunas maternidades aún se hace de la leche de fórmula frente a la lactancia materna. La segunda lo encontramos de los 6 a los 12 meses con la alimentación complementaria”, señala Fernández-Espada.
La incorporación del dietista-nutricionista al Sistema Público de Salud como profesional sanitario especializado en esta materia contribuiría a paliar la desinformación nutricional que prevalece en muchas familias que acuden al área de pediatría de la Atención Primaria.
Entorno familiar
El ambiente obesogénico de muchas familias, con sedentarismo y alto consumo de productos muy energéticos y bajo valor nutritivo, condiciona porque “los niños comen y actúan a modo de espejo de sus padres”.
Es un error seguir creyendo que un niño que vive con exceso de peso es “bonito y gracioso”, lo que contribuye al estigma asociado a la obesidad. “Paradójicamente, a veces aún, el niño que come saludable es aún un niño raro para algunas familias”.
Contaminación
“La OMS advierte que la contaminación del aire incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes de tipo 2 y síndrome metabólico a lo largo de toda la vida”, explica, lo que se ha corroborado en estudios recientes.
Niño que vive con sobrepeso, ¿qué hacer?
El 80% de los padres cuyos hijos viven con sobrepeso no reconocen el problema, según un estudio del Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades de Estados Unidos .Es el primer escollo a la hora de abordar la prevención de la obesidad infantil.
El primer paso es ponerse en manos de un equipo multidisciplinar que incluya a dietistas-nutricionistas.
En esta primera fase se analizan los hábitos de vida, anamnesis (edad de inicio, antecedentes familiares), examen físico (evaluación de la tensión arterial, alteraciones cutáneas…), Índice de Masa Corporal (IMC), composición corporal….
Una vez evaluado el estado nutricional y valorado el riesgo asociado al exceso de peso, toca tomar decisiones para frenar ese aumento de peso corporal. En casos asociados a factores de riesgo, se puede también considerar la opción de la pérdida de peso.
Es importante no culpabilizar a la familia o al niño, ni reprenderlos por comer tal o cual alimento, ni planificar dietas restrictivas o que se utilice a los alimentos como premio o castigo. “El abordaje implica comprometer a toda la familia para mejorar el entorno alimentario de todos sus miembros así como promover estilos de vida activos y reducir el sedentarismo”, explica.
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No, no es un niño “gordito y feliz”
Las estrecheces económicas vividas durante la posguerra grabaron a fuego la idea de que un niño “gordito” era un niño sano y feliz, simplemente porque indicaba que en esa familia se podía comer holgadamente. Esa idea perduró durante décadas y muchos de nuestros mayores aún siguen creyendo que el sobrepeso es sinónimo de bienestar.
La realidad es que un niño que viva con exceso de peso puede ser objeto de acoso y maltrato psicológico en la escuela (bulliyng), que estigmatiza al niño y puede generar su aislamiento. “Ansiedad, depresión, baja autoestima o insatisfacción con la imagen corporal pueden desencadenar en trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia…)”.
Estas situaciones de gordofobia se agudizan al llegar a la adolescencia y “pueden permanecer durante la edad adulta ante la ausencia de ayuda y apoyo profesional, social y familiar. Todo esto, desencadena la reducción de los marcadores de calidad de vida, siendo otra comorbilidad de la obesidad infantil y adulta”.
Si en los 1.000 primeros días de la crianza, tanto el niño como su entorno, llevan a cabo hábitos de vida saludable, es más probable que los mantenga el resto de su vida
IRENE FERNÁNDEZ-ESPADA
A comer bien también se aprende
La obesidad entre los escolares en España en 2022 es alarmante. Nuestro país es el tercero en Europa con mayores cifras de sobrepeso y el cuarto en obesidad infantil, según un informe de la OMS a través de la Iniciativa para la Vigilancia de la Obesidad Infantil (COSI, por sus siglas en inglés).
“Una forma de combatirla es implementar buenos hábitos alimentarios en los 1.000 primeros días de vida del niño, es decir, hasta los 2 años. Esto supone promocionar la lactancia materna exclusiva desde el primer minuto y hasta los 6 meses y alargarla si es posible hasta el año”, detalla Fernández-Espada.
Es imprescindible, además, la correcta implementación de una alimentación complementaria variada y saludable a partir de los 6 meses. “¡Y hacer
un llamamiento a los catering de las guarderías o colegios en edades superiores!
Actualizar la información nutricional que reciben las familias a través de los profesionales sanitarios, la escuela y los medios de comunicación ayudaría a sentar las bases para mejores niveles de alfabetización alimentarios que mejore el entorno alimentario familiar y reduzca el riesgo de exceso de peso y de otras enfermedades crónicas en todos sus miembros.
“Si en los 1.000 primeros días de la crianza, tanto el niño como su entorno, llevan a cabo hábitos de vida saludable, es más probable que se mantengan para el resto de su vida. Se interiorizan unos patrones alimentarios y una educación del paladar que van a facilitar una relación muy positiva con la comida de por vida. De esta forma, comer bien nunca se interpretará como ‘estar a dieta’ y mucho menos como un trauma”.
Menos pantallas y más parque
Otro de los pilares es la implementación de estilos de vida activos y saludables. “Los niños menores de 5 años deben pasar menos tiempo sentados mirando pantallas o sujetos en el carrito. Tenemos que recuperar que los niños vuelvan a jugar activamente”, señala.
No se trata de convertirlos en atletas olímpicos, pero sí de estimular un estilo de vida activo acorde a su edad. La Asociación Española de Pediatría sugiere como actividad física en el primer año de edad jugar con pelotas, jugar en el agua o caminar.
Y, por supuesto, garantizar las horas de sueño adecuadas, un punto que se olvida en muchas ocasiones y que también predispone a la obesidad.
Futuro esperanzador
Pese a que las cifras actuales no son halagüeñas, Fernández-Espada es optimista.
“Desde mi punto de vista, en la sociedad parece que se respira un ambiente más concienciado por la educación nutricional. Las familias se están interesando en aprender a comer de forma práctica y sencilla, para conseguir adhesión y poder transmitirlo a sus hijos. Creo que dentro de 10-20 años las cifras serán menores”.
El Consejo de ALDI
Regalar chucherías a los niños de forma regular es un mal hábito que debemos evitar. Caramelos, gominolas y otros dulces deberían reservarse para fechas contadas y muy especiales.
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Irene Fernández-Espada. Graduada en Nutrición Humana y Dietética por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. Experta en psiconutrición y especializada en materno-infantil y diabetes mellitus. Colegiada en CODINAN con nº 01123. Vive en Sevilla, donde ejerce la telemedicina y consultas presenciales en Sevilla y Conil de la Frontera (Cádiz). Parte de su tiempo laboral lo dedica a la docencia nutricional infantil impartiendo cursos de alimentación complementaria e infantil a las familias interesadas. WEB: https://ireneespada.com. LINKEDIN: www.linkedin.com/in/irene-f-espada; INSTAGRAM: @Ireneespada_nutricion
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