“Doctor, mi hijo no quiere comer” es una de las expresiones que más se repiten en las consultas de pediatría, en las charlas parentales en los parques infantiles y hasta en los chats de padres del colegio. Expresiones como ‘Mi hijo no come nada’ o ‘a mi hija no le gusta prácticamente nada’ denotan la preocupación de los progenitores porque sus hijos puedan tener carencias nutricionales.
Pero, ¿cuándo debemos preocuparnos? ¿Realmente comen tan poco como creemos? La dietista-nutricionista Mapi Herrero nos ayuda a derribar estos miedos.
Factores fisiológicos que afectan el apetito infantil
El apetito y la saciedad dependen de un complejo engranaje donde se entremezclan hormonas y factores emocionales. “Comemos por hambre. También, por placer. Y, en muchas ocasiones, por necesidad de gestionar una emoción, como la tristeza, el estrés, el miedo o la vergüenza. Ante la falta de herramientas para regularlas hemos aprendido a encontrar consuelo en la comida", señala Mapi Herrero, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética y autora de Te invito a comer.
La capacidad gástrica es otro de los factores que determina cuánto comemos. El estómago de un recién nacido – como señala el conocido investigador Nils Bergman – solo tiene capacidad para 20 mililitros de leche materna. “Hay grandes comedores con estómagos elásticos y enormes que nunca sienten saciedad, y otros que comen ‘como pajaritos’. Con cada uno de ellos habrá que encontrar el equilibrio entre cubrir sus necesidades nutricionales y también, sus necesidades sociales y emocionales. Suele ocurrir que, en el primer caso, disfrutamos viendo comer a ese pequeño, aunque sea de forma compulsiva, porque ‘da gusto verlo comer’ y, sin embargo, también deberíamos analizar esa conducta”, apunta Herrero.
Nos preocupa que los niños no coman porque sabemos que una persona que no come acaba enfermando. En el fondo subyace el recuerdo de épocas de hambruna, con niños famélicos, y los relatos de familias que perdieron algún hijo o hija por no poder darle de comer. “Es un miedo muy primario, por eso, cuando un niño se niega a ingerir alimentos saltan todas las alarmas”, recalca Herrero, especialista en nutrición pediátrica.
¿Por qué mi hijo no quiere comer?
Según se explica en la guía de Recomendaciones para la alimentación en la primera infancia (de 0 a 3 años), elaborada por el Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya, pese a que la preocupación por el niño que no come es frecuente entre los padres y las madres, “la problemática de la inapetencia es, a menudo, un problema de equilibrio entre lo que un niño come y lo que su familia (madre, padre, abuelos…) espera que coma”.
– ofrecer más comida de la necesaria. Para la experta lo más habitual es que nuestros hijos e hijas no coman lo que nosotros esperamos. “Por lo general, sobrestimamos la cantidad de alimentos que los niños necesitan por eso de que no paran quietos y que están en crecimiento y tendemos a poner de más en su plato”, señala.
– no tener en cuenta sus gustos. Cocinamos y ofrecemos lo que a nosotros nos apetece, nos gusta o consideramos que el niño necesita. “Olvidamos que puede que no le guste. Esto no solo depende del sabor y de tener que acostumbrarse, que es cuestión de educación del paladar y tiempo. El aspecto, la textura o el olor pueden condicionar el rechazo de nuestro hijo y resolver eso, a veces, no es tan sencillo como esperar y seguir ofreciendo”, explica
– patologías. Existen patologías, o condiciones no patológicas, pero peculiares, que hacen muy complicado a algunos niños y niñas ingerir alimentos. “No es que no coman de nada, sino que son muy selectivos. También existe la anorexia precoz infantil, una falta de apetito que no tiene nada que ver con el peso o la figura corporal (esta denominada anorexia nervisosa), pero que se expresa con rechazo alimentario generalizado”.
– no tiene apetito. A veces ocurre que con tal de que el niño coma, se le ofrecen alimentos malsanos. Esta es una conducta que debe evitarse. “Comemos para conseguir nutrientes necesarios para vivir. El niño comerá si tiene apetito. Si para que coma algo le damos cualquier cosa, le aportamos energía y saciedad, es decir, le quitamos el apetito. Sin embargo, de este tipo de alimentos, su organismo no puede obtener esos nutrientes. Y sumado a que le hemos quitado el hambre, no va a querer comer otras opciones que sí les aportan esos nutrientes. Es decir, empeoramos la situación”.
El rol de los padres frente a la inapetencia: ¿Obligar o acompañar?
Frente a la inapetencia o el rechazo, la familia nunca debe obligar a un niño o una niña a comer. Los chantajes, las amenazas y la presión por parte de los adultos no pueden ser nunca el camino en el contexto de una adecuado educación alimentaria. Mapi Herrero señala que hay que tener en cuenta que un niño o niña con problemas con la alimentación tiene que enfrentarse a situaciones desagradables todos los días, varias veces. No hay que olvidar que, para cualquier niño, su casa y su familia son su lugar seguro, así que, las medidas de presión en casa pueden crearles mucho estrés.
Los adultos tendemos a pensar que nosotros sabemos mejor lo que necesita, la cantidad que tiene que comer o los alimentos que le convienen. Sin embargo, está demostrado que los niños pequeños tienen mucho más instinto a la hora de alimentarse que los adultos. “Cuando los dietistas-nutricionistas hablamos de comer de forma saludable no nos referimos solamente a la ingesta de nutrientes, sino a la relación con la comida. Cada vez es más frecuente encontrar a niños y a niñas de 6, 7 u 8 años que describen un alimento saludable como ‘el que no engorda’. Esto es cultura de dieta”, explica Herrero.
También encontramos niños que han perdido la capacidad de regular su apetito porque se les ha obligado a dejar el plato limpio. O generan aversión a ciertos alimentos fruto de una mala experiencia en la mesa (atragantamiento, broncas, estrés a la hora de comer…).
Ser consciente de que un niño o una niña no come porque no puede, bien sea por la masticación, bien sea porque cada persona tenemos diferentes percepciones del sentido del gusto alivia mucha tensión a las familias. Puede ser que tenga sueño, le duela la tripa, no tenga apetito, sienta rechazo a ese plato o simplemente no sepa cómo gestionarlo en la boca. Saber esto ayuda mucho a ponernos en su lugar y encontrar la mejor forma de ayudarle a evolucionar desde el respeto.
Cómo abordar la falta de apetito en niños
Son muchas las razones por las que un niño o una niña no quiera comer. Sin ir más lejos, puede que no tenga hambre en el momento que ofrecemos la comida. “Esto pasa mucho en el inicio de la alimentación complementaria, cuando un peque viene de una alimentación con leche a demanda, es decir, sin horarios, y queremos empezar a darle alimento a las horas que comemos los adultos (desayuno, almuerzo, comida, merienda, cena). Muchas familias no consiguen que su hijo o hija haga una comida o cena ‘decente’ y cuando analizas la situación el problema es que nuestro horario y el del bebé no coinciden. Cuando nosotros queremos que coma, el peque prefiere dormir”. La solución en estos casos pasa por adaptar los horarios de ingesta a las necesidades del bebé hasta que se sincronice con los horarios establecidos por la sociedad.
También influyen otros factores más difíciles de detectar como la integración sensorial. Muchos niños no comen porque no pueden gestionar lo que sienten frente a determinados alimentos como por ejemplo la repulsión o porque no son capaces de gestionar la comida en la boca. La solución no debe ser nunca dejarlos sin comer o ponerles lo mismo hasta que se lo coman sino intentar entender porque lo hace y proponer alternativas.
La mejor forma de asegurarnos que el niño o la niña come lo que necesita es proporcionarle la cantidad de alimento que requiere respetando su sensación de apetito.
Entonces, ¿cuál es el rol de los padres frente a la inapetencia? Para Mapi Herrero este rol es garantizar la seguridad y salud del niño, que no es conseguir que coma. La familia ofrece alimentos, promueve los hábitos saludables, respeta su desarrollo y vela para detectar cualquier señal de alarma y buscar apoyo que facilite que el niño ingiere los nutrientes que su organismo necesita.
Consejos para fomentar hábitos alimenticios saludables
Pese a la angustia de los padres, son pocas las situaciones en las que el niño no come y su salud queda afectada. ¿En qué casos debemos preocuparnos? Según Mapi Herrero, cuando un niño o una niña deja de comer siempre hay que evaluar qué pasa. Lo más frecuente es que no pase nada, pero es recomendable que, ante la duda, se acuda a un profesional que pueda detectar a tiempo una ingesta insuficiente de energía o nutrientes. Este punto es clave para evitar males mayores.
“Si es algo puntual y pasajero, no hace falta correr a buscar un dietista-nutricionista experto en nutrición pediátrica o a pedir cita con su pediatra. Si se van sumando factores, como que no gana peso, está irritable, se vuelve selectivo con la comida, duerme peor o aparece estreñimiento o diarrea, no está de más hacer una valoración”.
Herrero propone 10 claves esenciales para fomentar hábitos alimenticios saludables:
- Seguir una alimentación saludable desde el embarazo.
- Promover y proteger la lactancia materna.
- Iniciar la alimentación complementaria a partir de los 6 meses, y no antes.
- Ofrecer variedad de alimentos desde el inicio de la alimentación complementaria.
- Respetar siempre las señales de hambre y saciedad del niño o la niña.
- Evitar ofrecer alimentos poco saludables todo lo que se pueda.
- No utilizar la comida como premio o castigo.
- Evitar el uso de distracciones durante las comidas como las pantallas.
- Ser ejemplo e inspiración de lo que queremos que hagan nuestros hijos e hijas.
- Educar al entorno familiar y social en estos puntos.
El Consejo de ALDI
A los niños les fascina colorear. ¿Qué tal colorear la comida? Proponles colorear el arroz o la pasta de amarillo, con colorante alimentario; de rojo con tomate; de rosa, con remolacha; o de verde, con espinacas.
Mapi Herrero. Dietista - nutricionista. Miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética y miembro del GE NutPedia. DN con especialidad acreditada en desarrollo y crecimiento. Es IBCLC (consultora internacional de lactancia certificada). Coordina e imparte formaciones para otros profesionales y población en general. De 2016 a 2019 participó junto al equipo de pediatría del CS Utebo en un proyecto de salud pública “Prevención de la obesidad infantil”. Desde 2015 trabaja por cuenta propia en consulta de nutrición pediátrica, acompañando a las familias desde el embarazo hasta la adolescencia. www.mapiherrero.com Instagram @mapiherrero_nutricion