La deshidratación en niños suele suceder “como consecuencia secundaria a procesos gastrointestinales que cursan con diarreas y/o vómitos, que aumentan las pérdidas y/o limitan la entrada de agua y electrolitos", sostiene la dietista-nutricionista Miriam Latorre.
Puede aparecer también con ciertas enfermedades endocrinas, como la diabetes, y “no debemos olvidar aquellas situaciones en las que las pérdidas aumentan debido a la actividad física excesiva y al calor, especialmente cuando el acceso a bebidas está limitado, o cuando su aporte se dificulta por una inflamación o dolor dental o de garganta", detalla Latorre, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética.
Síntomas de deshidratación en los niños
Si se observa una pérdida rápida de peso, una disminución de las veces que el niño tiene ganas de orinar, o un color oscuro de la orina, el niño o el bebé están entrando en deshidratación
Además de esas señales genéricas, la experta distingue entre los síntomas típicos de la deshidratación extracelular y los propios de la deshidratación intracelular. Una deshidratación extracelular presenta síntomas más rápidos y específicos de la pérdida de volumen circulatorio:
- Frialdad de la piel
- Taquicardia
- Pulso débil
- Hipotensión arterial
- Boca y mucosas secas
- Desmayos
- Accidentes cerebro vasculares
- Shock hipovolémico
Las señales de deshidratación intracelular son de carácter más neurológico, a nivel del sistema nervioso central:
- Malestar
- Dolor de cabeza
- Náuseas y vómitos
- Irritabilidad
- Somnolencia
- Debilidad muscular
- Bradicardia
- Fiebre
- Temblores, calambres o hipertonía (agarrotamiento muscular)
- Hemorragias intracerebrales, convulsiones, y coma
- Boca y mucosas “pastosas”
¿Cómo actuar ante un episodio de deshidratación?
En caso de deshidratación moderada (pérdida de hasta el 5% del peso corporal) es necesario acudir a un centro sanitario cuanto antes. Allí le realizarán un análisis de sangre para valorar la gravedad de su estado y se pautará un tratamiento para reponer los electrolitos y frenar el avance de la clínica", explica la experta.
Ante una deshidratación leve, basta con procurar la reposición de agua y electrolitos, sin necesidad de conocer la bioquímica.
"En cualquier caso, hay que tomar medidas para minimizar las pérdidas de agua, como evitar la exposición a altas temperaturas y evitar la actividad física en esas condiciones. Y, por supuesto, procurar la reposición continua de líquidos y electrolitos. Además, hay que tratar la causa, por ejemplo, en el caso de diarrea por infección habría que tratar al niño con dieta astringente, probióticos y, en caso necesario, también antibióticos", señala.
Consecuencias de la deshidratación en niños
Ante los síntomas de deshidratación en niños cada minuto cuenta. "A corto plazo es frecuente sufrir lesiones musculo-esqueléticas, como esguinces, cansancio, estreñimiento u otros problemas digestivos. Los episodios prolongados de deshidratación pueden provocar problemas digestivos crónicos, mayor frecuencia de infecciones urinarias, cálculos renales e incluso insuficiencia renal”, recalca.
Una situación de deshidratación que se mantiene en el tiempo puede causar daños severos, en especial, en los riñones. “Además, la deshidratación (incluso a nivel subclínico) fomenta alteraciones en el control de la glucemia y facilita los desórdenes metabólicos, como la obesidad y la diabetes, y también tiene implicaciones en la función cognitiva (memoria, habilidades lógicas, vista) y, por tanto, en el rendimiento escolar”, explica Latorre, miembro del grupo de especialización en nutrición pediátrica de la Academia.
Por otro lado, "las enfermedades renales, vasculares, o metabólicas, como la diabetes u otros problemas endocrinos, pueden complicar más rápidamente la deshidratación y, de esta forma, empeorar el pronóstico. Sin olvidar que podrían darse otros problemas que enmascarasen o compartiesen la sintomatología, lo cual podría complicar el diagnóstico", remarca.
¿Qué le doy de beber a mi hijo si sufre deshidratación?
Existe un consenso unánime entre todos los dietistas-nutricionistas: la principal fuente de hidratación para niños en situaciones normales debe ser siempre el agua como bebida habitual.
Sin embargo, en momentos de grandes pérdidas, como por ejemplo durante la actividad física intensa, se pueden recomendar bebidas isotónicas deportivas adaptadas, pero ligeramente diluidas, ya que su concentración ha de ser más baja que en adultos. “La pauta no está bien establecida, ya que varía mucho según la edad y la intensidad de las pérdidas", asevera la dietista-nutricionista.
En caso de perdidas por diarrea o vómito, es necesario bebidas con una osmolaridad adecuada a la infancia de venta en farmacias, como se explica más adelante.
Los zumos no son una buena alternativa para reponer líquidos
En el caso de no tener a mano una bebida isotónica, Latorre sugiere usar para los niños pequeños y solo en estos casos de emergencia los zumos naturales diluidos o la limonada.
Los zumos no son una buena opción para la rehidratación. “Hay algunos estudios que demuestran que es posible rehidratar con zumo de manzana diluido, pero debemos tener en cuenta que no todos tienen la misma composición y que, por tanto, en los hogares es muy fácil elegir una dilución incorrecta”.
Los zumos de frutas, al igual que las bebidas azucaradas, no se aconsejan para un consumo habitual por ser fuente de azúcares libres. Estos se asocian a un mayor riesgo de caries, obesidad, enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades metabólicas, como la diabetes. Además, en los niños pueden aumentar el riesgo de diarrea por alteración de la osmolaridad, es decir, por su alta cantidad de azúcares. Dos motivos más que suficientes para desaconsejar su uso como bebidas de rehidratación.
Desaconseja también la leche o bebidas lácteas fermentadas con el objetivo de rehidratar nada más terminar la actividad deportiva. Sí se pueden tomar más tarde como parte de una ingesta posterior.
Por supuesto, se descartan los refrescos, “cuyo consumo debería ser únicamente excepcional en general, pero más aún en niños".
Sales de rehidratación oral: qué son y cómo dárselas
Rehidratación en casos leves y moderadas
La rehidratación es la pauta habitual en deshidratación leve y moderada.
Puede que debido a alguna situación patológica (una diarrea, por ejemplo) o por la práctica de ejercicio físico muy intenso y prolongado se produzca deshidratación. La rehidratación en estos casos se lleva a cabo mediante soluciones de rehidratación oral (SRO), es decir, sueros de hidratación. Estos productos están adaptados para esta situación fisiológica y llevan agua, electrolitos (al menos sodio, cloruro, potasio), glucosa y/o dextrosa y una base (bicarbonato, citrato, acetato). La concentración de glucosa no debe exceder los 150 mmol/L y la relación de sodio/glucosa debe ser de 2:1 o inferior.
Se pueden comprar en polvo y añadir agua en casa, o comprarlas ya diluidas. En este caso se evitan los errores en su preparación.
Deshidratación grave
Se considera que hay deshidratación moderada o grave cuando el niño tiene pérdidas del 5 al 15% del peso corporal. En estos casos, en los que hay ingreso hospitalario, puede ser necesaria una ingesta de SRO de 20-60 ml/kg en una primera fase de ‘reanimación’, habitualmente por vía parenteral. Posteriormente, en la fase de ‘reposición’, se manejan ritmos de 10 ml/kg/hora durante unas 8 horas.
Ni mucho ni poco: riesgos de beber demasiada agua
El agua es el mejor alimento para mantenernos hidratados, tanto para adultos, como para niños y bebés. Aunque la cantidad de agua varía según la actividad física, la temperatura o la edad de cada persona, en ningún caso es bueno beber demasiado en poco tiempo. “Los riñones son incapaces de eliminar el exceso de líquido y el agua se acumula, causando dolor de cabeza, náuseas, vómitos, diarrea, e incluso, edemas", advierte la experta.
Aunque es muy difícil que esto suceda en personas sanas, pueden existir situaciones de hiperhidratación de forma secundaria a un trastorno que disminuya la capacidad del organismo para eliminar agua o que aumente la tendencia del cuerpo a retenerla, como por ejemplo cuando existe disfunción renal severa.
La señal de sed suele ser un buen indicador, pero en ocasiones puede estar dañada. Sucede con la diabetes. Observar que un niño (o adulto) bebe más agua de lo normal en ocasiones alerta de su presencia.
Por último, "conviene realizar un diagnóstico diferencial, ya que también se han descrito problemas como la potomanía, un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) en el que existe un deseo de beber agua de forma compulsiva, o la adicción al agua, llamada polidipsia congénita".
Alimentos frescos como fuente de hidratación
Además de la ingesta de agua, los alimentos sólidos más adecuados para mantener una buena hidratación son "aquellos con alto contenido acuoso y en electrolitos, como las frutas y las verduras en general", apunta Latorre.
¿Cómo prevenir la deshidratación en los niños?
La mejor manera para que los niños estén hidratados es a través de la ingesta regular de agua a lo largo del día. “Para evitar la deshidratación aconsejaría beber agua, principalmente fuera de las comidas, cada poco tiempo, y en una cantidad apropiada, es decir, que los niños sientan saciada su sed, y que debe aumentarse en caso de altas temperaturas, así como al realizar actividad física. Si esta actividad física es intensa y/o se realiza con altas temperaturas y/o durante mucho tiempo, puede ser útil tomar bebidas isotónicas deportivas”, añade la experta.
En caso de exposición al sol, una medida adicional para protegernos de una radiación excesiva podría ser utilizar ropa apropiada y gorra o sombreros, y una buena protección contra en la piel que quede descubierta frente a los rayos ultravioleta. “Y como siempre, no olvidarnos de incluir verduras y/o frutas en todas las ingestas: desayuno, media mañana, comida, merienda y cena".
El Consejo de ALDI
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Miriam Latorre. Dietista-nutricionista y tecnóloga de alimentos por la Universidad del País Vasco, y doctora por la Universidad de Zaragoza (entre otras formaciones postgrado). Trabaja como investigadora para el Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón en el Hospital Universitario Miguel Servet. Colabora como docente con la Universitat Oberta de Catalunya y Norte Salud. Pasa consulta clínica como dietista-nutricionista especializada en Obesidad y Trastornos Digestivos. Es miembro activo del Grupo de Especialización en Nutrición Pediátrica de la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEDN), y también de la Comisión de Comunicación del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Aragón. Su especialización en investigación y docencia está acreditada por el Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas (CGCODN). También posee la Certificación Internacional en Estandarización del Proceso de Cuidado Nutricional, otorgada por el Instituto de Investigación para el Desarrollo de la Nutriología y avalada por la AEDN y el CGCODN. TWITTER: @miriamlatorreDN